Soy un aprendiz de entrenador de sueños. Cada mañana un deseo se me trepa por la oreja , viaja por mi cabeza, se acomoda sobre mi nariz , se ubica en medio de mis ojos y me persigue todo el día. Hay una generación que sueña cosas diferentes. Que vive cosas distintas, que piensa y cree en otro mañana , porque tienen otro ayer y otro hoy. No es su culpa que la palabra hablada esté en desuso, es que pusimos en sus manos el mundo y cabe en un aparato de ocho centímetros por cinco. Les dimos el dinero para comprar el bien, pero no les dijimos lo que era. Y ahora los miramos de reojo con sus pantalones escurridos y sus miradas cansadas con ganas de correr hacia ninguna parte. Creo que nuestros jóvenes necesitan una orientación clara, por parte de los maestros y de las familias, pero creo que sobre todo, necesitan conversar. Tienen tantas cosas que decir, que si pudiéramos escucharlos, nos sorprendería descubrir lo que piensan, en edades en las que nosotros solo caminábamos sin rumbo, de mano de la diversión y el aprendizaje. Hoy estos chicos cuestionan el mundo desde muy temprano y tienen una posición critica ante sus padres y sus maestros, la autoridad para ellos no es lo que fue para nosotros y si no te respetan no te escucharán jamás. ¿Pero qué hacer para acercarse a ellos? Solo eso. Acercarse. Un abrazo. Una palabra de aliento, un alto en el camino, si es necesario un ceño fruncido y una muestra de inconformidad ante un comportamiento inapropiado. Decir No cuando corresponda también es decir que los queremos y decir Si aunque aveces no entendamos sus razones también es otra forma de aprender de ellos. A la antigua. Como hicieron nuestros padres. Amándonos con responsabilidad y coraje.
Entrenándonos para cazar sueños en el aire y hacerlos realidad.
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